miércoles, 22 de marzo de 2017

El azul de las abejas - Laura Alcoba




Descubrimientos 

Tiene ocho años y vive con sus abuelos. Su padre está preso en una cárcel de La Plata. Es 1976, su madre acaba de exiliarse en Francia y la está esperando. Comienza a estudiar francés como una forma de anticiparse a lo que vendrá. Cada quince días visita a su padre en la prisión y hace con él un pacto: cuando ella esté en Francia leerán los mismos libros y se escribirán una carta por semana. El viaje se demora. Cuando finalmente la niña parta, ya habrá cumplido diez años. Del otro lado del océano la espera la extrañeza ante aquello que imaginó durante tanto tiempo.

Acostumbrados a relatos que hablan del exilio sólo desde la pérdida, solemos olvidar que también puede implicar un descubrimiento. Descubrir el lugar al que se llega y encontrar a la vez una nueva mirada para lo propio: el lugar del que se partió, lo que quedó atrás, lo que permanece en uno. En El azul de las abejas, la voz que suena es la de esa niña que va reconociendo su identidad entre lo presente y lo ausente. No se trata de polos opuestos, por el contrario: la conversación epistolar que mantiene con su padre es una hermosa manera de hacerle lugar a quien falta. 

Lo cotidiano va tejiendo una armonía particular, hecha de dificultades y desafíos. La niña va y viene del español al francés, del idioma al cuerpo, de lo que permanece a lo que cambia, de lo autentico a lo “casi verdadero”, del silencio a las palabras. Se construye a sí misma en esas cartas que intercambia con su padre, en los libros que leen juntos, en ese idioma ajeno que se presenta como una promesa, en el encuentro con los nuevos amigos, en la delicada inclinación hacia lo diferente. Y en ese vaivén descubre que sólo lo falso permanece inmutable, todo lo vivo cambia y se transforma, se convierte en otro sin dejar de ser el mismo.

El azul de las abejas aborda temas complejos: el desarraigo, las separaciones, la persecución política, el exilio, la clandestinidad, las ausencias, los descubrimientos, las pasiones, el lenguaje, la discriminación, los reconocimientos, la posibilidad de cambiar, la curiosidad y el deslumbramiento ante lo desconocido. Un libro lleno de belleza, donde la simplicidad oculta y devela una profundidad que no puede aparecer en las palabras sino en los silencios, en aquello que queda bordeado por lo que se dice. Como si entre las palabras  surgiera lo innombrable, lo que no encuentra modo de decirse y, sin embargo, es dicho. El libro es, también, una declaración de amor a la lengua francesa, ese idioma extraño que “deja caer sonidos y al mismo tiempo los retiene, como si en el fondo no estuviera muy seguro de querer liberarlos.”

¿Cómo se construye un lazo? ¿Qué modos del amor pueden crearse desde la ausencia? ¿Qué trae aprender una nueva lengua? ¿Qué gestos cotidianos convocan la memoria? Afortunadamente, la novela no responde estas preguntas. Las detona. Y ese es uno de los  méritos del último libro de Laura Alcoba. La historia de esta niña y su modo de maravillarse ante el mundo y sus detalles ponen al lector en estado de pregunta. Lo invitan a suspender la costumbre de dar una sola respuesta a lo que sucede. 

En un momento la niña dice que para poder hablar bien en francés “hay que hacerles creer a los labios que uno dirá una cosa y de pronto decir otra.” Quizás en esa frase esté la mejor forma de explicar cómo esta novela expone la luminosa potencia de lo sencillo. 

En 2008 Laura Alcoba se hizo conocida en Argentina por la publicación de La casa de los conejos. Escrito originalmente en francés y traducido al español por Leonardo Brizuela, el libro tuvo una gran repercusión y se convirtió en un título insoslayable a la hora de hablar de la literatura que aborda la última dictadura militar. El azul de las abejas puede pensarse como la continuación cronológica de aquella primera novela. Se trata de la misma niña. Pero el tono, el estilo y el abordaje son tan diferentes que uno tiene la tentación de hablar de obras hermanadas más que de una continuación. Ambas historias tienen un sustrato biográfico: lo que allí se cuenta es parte de lo que vivió Alcoba durante su infancia. Sin embargo, no se trata de literatura testimonial. No hay aquí la intención de dar cuenta de una verdad sino la voluntad de crear una obra de ficción.  

Laura Alcoba es un caso particular: tanto Francia como Argentina la consideran una escritora nacional. Tal vez sea esta doble pertenencia la que le permite construir una obra que va más allá de las dicotomías y propone nuevas miradas.

Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X




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