miércoles, 27 de mayo de 2015

Ni una menos / Córdoba





BASTA DE FEMICIDIOS 

#Niunamenos Córdoba 

Los abajo firmantes convocamos a extender nacionalmente la convocatoria #Niunamenos surgida para el 3 de junio frente al Congreso Nacional. Es imprescindible dar una respuesta en todo el territorio de nuestro país, ante la realidad de que una mujer es asesinada por su condición de mujer cada 30 hs en la Argentina. En Córdoba, las cifras de muertas nos llevan al triste podio de la segunda provincia con más índice de femicidio. Por eso, convocamos a movilizarnos contra todas las formas de violencia contra las mujeres: económica, simbólica, psicológica, sexual y física. Exigimos que se declare la emergencia contra la violencia de género en todo el territorio nacional y medidas urgentes como la creación refugios para mujeres víctimas de violencia, cupos obligatorios laborales en dependencias estatales, tratamiento en las escuelas de la problemática, entre otras respuestas inmediatas de los gobiernos nacional y provinciales. 

#NiunamenosCórdoba

Convocamos a concentrarnos el miércoles 3 de junio, a las 17 horas 
en Colón y Cañada. 


Cristina Bajo, escritora - David Voloj, escritor - Laura Vilches, legisladora provincial PTS-Frente de Izquierda - Mariano Barbieri, director revista Deodoro UNC - Emmanuel Rodriguez, periodista y humorista - Maria Teresa Andruetto, escritora - Tununa Mercado, escritora - Perla Suez, escritora - Sergio Schmucler, escritor y  cineasta - Eugenia Almeida, escritora- Fabio Gabriel Martinez, escritor - Lucas Heredia. Músico - Dante Leguizamón, periodista - Gabriela Halac, editora - Esteban F. Llamosas, escritor - Gabriel Ábalos, escritor y periodista - Leandro Calle, poeta - Fernando López, escritor - Lilia Lardone, escritora - Hernán Jaeggi, poeta y docente - Mónica Flores , docente y escritora - Roberto Videla, docente y escritor - Lucas Di Pascuale, artista plástico - Juan Cruz Taborda Varela, periodista - Manuel Bomheker, comunicador, periodista y fotógrafo - Verónica Maggi, fotógrafa - Carlos Gazzera, editor - Karina Fraccarolli, editora - María Mauvesin, actriz y docente - Silvia Barei, Vicerrectora UNC - Mariano Bergero, periodista La Voz - Gabriel Silva, periodista La mañana de Córdoba - Leticia Celli, abogada CeProDH, miembro Pan y Rosas - Pablo Natale, escritor - Pilar Anastasía, investigadora y miembro Programa Estudios de Género CEA – Comisión directiva Club Atlético Belgrano - Sebastián Pons, docente y escritor - Daniel Teobaldi, escritor - Ramiro Iraola, escritor - Maximiliano Spreaf, poeta - Félix González, actor y humorista - Federico Jelic, periodista - Ana María Aldrighietti, docente y escritora - Pablo Giordano,  escritor - Adrián Savino, escritor y docente - Diego Cortés, editor y escritor - Marcela Rosales, escritora, docente-investigadora - Jaqueline Vassallo Prof. UNC- CONICET - Victor "Toty" Cáceres, fotógrafo y psicólogo - Daniel "Pito" Campos, ilustrador y dibujante - Hernán "Bocha" Puddu, dirigente del PTS-FIT - Adriana Boria, docente universitaria - Jorge Bracamonte Prof. UNC/CONICET - Susana Romano Sued. Docente UNC/CONICET - Mabel Brizuela, docente UNC - Eleonora Inés de la Torre, docente universitaria - María Paulinelli, docente universitaria - Fátima Serione, docente y bibliotecóloga - María Celeste Aichino, docente y militante barrial - Adolfo Barrera, escritor y librero - Mara Paglia, docente. Carina Correa, docente - Natalia Ferreyra, comunicadora social - Eduardo Kopelman, psicoanalista - Natalia Barrionuevo, psicoanalista - Isabel Cortés, escritora - Natalia S. Nai, escritora - Pablo Aguiar, escritor - Gabriela Lamelas, docente - Alicia Lerner, psicoanalista - Rosa Beatriz Lopez, psicoanalista - Susana Elisa Asselle, docente - Rubén Benítez, docente - Agustín Minatti. docente - Leonor Mauvecin, poeta - Andrea Guiu, escritora y periodista - Verónica A. Mammana, artista plástica - Juan Pablo Gorostiaga, bibliotecólogo - Gerardo Clariá. Médico - Lucrecia Paesani, estudiante - Lucrecia Kofler. Filósofa - Ana B. Flores, docente UNC - Florencia Soto, estudiante - Emilce Mias, docente - Valeria Meirovich, docente UNC - Natalia Lorena Ferreri, docente - Ana García Armesto, docente UNC - Inés Magnasco, docente - Yaraví Durán, docente - Graciela Orellano, docente - Luz Camozzi, psicóloga - Silvia Scarafía, docente - Elisa Molina, docente - Lisa Daveloza, editora - Alicia Ines Pellicci, psicóloga - Candelaria Jaimez, docente de artes - Mercedes Sturla, docente - María Laura Salcedo, psicóloga - Juan Ramón Ruiz, psicólogo - Mónica Heinzmann, médica, docente en  Bioética UCC. - María del Carmen Marengo, escritora y docente - Elsa Raquel Sánchez, docente - Patricia Janet Saltanovich, docente- Alexander Garate, docente - Liliana Inés Gazulla, docente - Graciela de Oliveira, arte e investigación interdisciplinar - Alberto Mateu - María Alejandra Ruiz, Ingeniera Civil - Beatriz Pombo - Patricia Claudia Scavuzzo Buthet - Néstor Alejandro Sánchez, arquitecto - Maria Eleonora Neme -  Painé Pintos, docente - Susana Chas - Agustina Merro - Agustín Barberis - Daniela Bobbio, trabajadora de la cultura - Néstor Fabián Aguilera, librero - Daniela Mac Auliffe, editora - Josefina Lescano, docente - Cecilia Malem, docente, Coord. Región 1 Plan Nacional de Lectura - Cristina Garay, jubilada - Horacio Hillar, comerciante - Julián Venegas Echagüe - Ana María Bonzani, archivera - Marcela Germanetto - Guadalupe Peralta - Mariela Vilchez - Pedro Ríos - Arturo Ruiz - Teresita Oro - Rosa Maria Buteler - Cecilia Ferreyra - Agustina Avalle - Luisa Lidia Bielakowicz - Susana Aguad - Elvira Ines Tellechea - María Laura Nahal - Débora Cingolani - Ana María Hernando - Facundo Robino - Sofía Vilá - Victoria Vargas - Sandra Bertea - Micaela Müller - Norma l. Ventre, jubilada - Carolina Cabrera, prof. de educación física - Jorgelina Quinteros - Jorge José Aita Tagle, abogado


http://www.unc.edu.ar/seccion/novedades/2015/mayo/la-unc-adhiere-e-invita-a-la-marcha-ni-una-menos-para-erradicar-la-violencia-sobre-las-mujeres

miércoles, 20 de mayo de 2015

Palito de Naranjo - Angélica Gorodischer





Soy otra

“Palito de naranjo” es la novela más reciente de Angélica Gorodischer. El relato de una vida que pone en tensión algunas ideas preconcebidas.


Desde la primera página: diálogo. Sin introducciones, sin pasos pausados, directo al punto. Una mujer dice: “Tengo sobre todo recuerdos auditivos”. De eso se trata: de recuperar los sonidos de la memoria, de ponerlos en palabras, de ofrecerlos a alguien, de volver a dejarlos en el mundo  transformados por la propia voz.

Una conversación entre dos mujeres. Una recuerda; la otra escucha, reconstruye y escribe. Una ha sido contratada por la otra. Ahora trabajan juntas, en una coreografía de asociaciones libres, pequeñas preguntas, derivas fragmentarias. Dos mujeres que se tratan de usted. Los recuerdos azarosos se van enlazando como fotografías que parecen aisladas pero luego van uniéndose para mostrar que en una vida cabe mucho más de lo que solemos creer.

La mujer que habla pertenece a una clase privilegiada. A la de aquellos que pueden pagar para que alguien les escriba su biografía. La dueña de una casa elegante. Una mujer rica. La historia de esa vida comienza con un bebé abandonado en el barro, en una villa miseria. Con el tiempo vendrán más violencias y la primera fuga. Una adolescente tratando de aprender cómo sobrevivir. Puertas adentro, puertas afuera, el escenario es el mismo. Mantenerse entera exige distinguir rápidamente quién quiere ayudar, quién quiere lastimar. Implica aceptar la guía de alguien que conoce los secretos de la calle y alejarse bruscamente de los caminos que llevan a las redes de la trata. Reconocer dónde es posible quedarse, cuándo es necesario huir.

Esa mujer de clase alta también ha estado en la cárcel. Y en un convento. La calle es el punto al  que vuelve cada vez que logra escapar de una nueva prisión. Finalmente podrá abandonarla cuando alguien decida llevarla a vivir a su casa y convertirla en una especie de ahijada.

Hay un momento de quiebre en la vida de la protagonista. En el convento una monja le enseña a leer y eso cambia radicalmente su modo de ver el mundo. La lectura aparece como una herramienta que ilumina y deshace los engaños. El lenguaje se convierte en un artefacto que amplía lo posible. Lo que traen los libros es, justamente, lo otro. La existencia de alternativas es condición de la libertad. Sólo al ser conscientes de que hemos elegido tenemos la posibilidad de permanecer iguales o cambiar.

¿Quién es esa mujer? ¿La de la calle? ¿La de la cárcel? ¿La que vive en un barrio elegante? ¿La que trabaja en un convento? ¿La que aprende a leer a escondidas? ¿La golpeada? ¿La que logra escapar? ¿Cuántos caben dentro de nosotros?

Angélica Gorodischer suele jugar a romper estereotipos. Y a obligarnos a reconocer que no es tan sencillo predecir las cosas. Palito de naranjo pone en tensión el hábito de confundir esencia con circunstancia; la trampa de creer que somos aquello que es sólo un pasaje, una coyuntura, una etapa.

A veces cuesta imaginar otra posibilidad, pensar qué habría pasado si hubiéramos tomado otras decisiones. Como si el trajín cotidiano demostrara que somos lo que somos y estamos donde debemos estar. Y olvidamos que es al revés: las costumbres de todos los días son la consecuencia de lo que hemos elegido.

La historia se va armando por fragmentos, por tramos, como el recorrido impredecible de la memoria. Del intercambio inicial entre esas dos mujeres van a surgir otras voces: el diálogo de una pareja; una discusión; dos amantes que conversan en voz baja; un verdugo que amenaza; alguien que teje una trampa; un grupo de chicos en la villa.

Angélica Gorodischer nació en Buenos Aires en 1928. En 1965 publicó su primer libro. Vive en Rosario desde 1955. Su obra  más conocida, Kalpa Imperial, fue traducida al inglés por Úrsula K. Le Guin, una de las escritoras de ciencia ficción más importantes del mundo.

Si uno se deja guiar por las apariencias,  Gorodischer –con su exquisita amabilidad– parece una señora mayor de cuyas palabras van a surgir malvones, enredaderas, patios, pequeñas confidencias de cocina, vidas mansas y suavemente felices. Pero cualquiera que haya leído sus libros sabe que ahí habitan los oscuros desfasajes de la realidad. Las páginas más duras de Palito de naranjo describen la vida en la calle, la tortura, la sumisión, el secuestro y la violencia. Quizás lo mejor del libro sea el relato de las tardes en la cárcel, cuando la música de los bailes cercanos llega hasta las celdas. Al tiempo que cuenta una vida singular, Gorodischer nos pone frente a los ojos el escenario tristemente conocido: las complicidades de la policía para perpetuar las violencias domésticas, la corrupción de los sindicatos, las mujeres vistas como objetos, la persecución de los diferentes.



Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X

http://www.lavoz.com.ar/ciudad-equis/soy-otra-resena





sábado, 16 de mayo de 2015

Retrato de Perla Suez




Las cosas por su nombre


Perla Suez llega al café de Nueva Córdoba y al verla entrar parece que el viento la empujara. Hace calor. Los remolinos se llevan una promesa de lluvia. La gente camina inclinada tratando de evitar que la tierra alcance los ojos. Ella abre la puerta, se asoma, descubre la mesa en un rincón y entra sonriendo. Quizás la escena resuma lo que es. Un pájaro que va atravesando espacios en medio de ráfagas que podrían derrumbarlo pero que, aun así, encuentra un punto de reparo para tomar fuerzas antes de seguir. Esa imagen vuelve una y otra vez. Un pájaro en la tormenta. 

La mujer que se acomoda en la silla pide agua tónica. En cuanto empieza a hablar queda a la vista una actitud permanente de asombro, una predisposición a percibir los detalles del mundo; los luminosos y los oscuros. Tiene un modo alegre de compartir lo que le gusta. Apenas se sienta ya está diciendo que es indispensable ver cierta película. A lo largo de la charla dirá varias veces: “anotá, anotá” mientras desgrana nombres de escritores o cineastas. Se ofrece a prestar películas o buscar libros difíciles de encontrar. 

La escritora vive un momento particular: Letargo, su primera novela “para adultos”, acaba de ser reeditada catorce años después de su aparición. Es necesaria la distinción –tan extraña– entre libros “para niños” y “para adultos” porque cuando Perla publicó el primer libro de lo que luego sería la Trilogía de Entre Ríos, ya era una autora reconocida en el campo de la  “literatura infantil”. Pero había algo que debía decirse de otro modo. Y Suez lo encontró en una historia potente y precisa que toma como escenario a Basavilbaso, el pueblo de su infancia. 

A esa pequeña localidad de la Provincia de Entre Ríos llegaron sus ancestros, escapando de las persecuciones de la Rusia zarista. Su abuelo había decidido que la única salida era ir a América. Cuando el barco llegó a Nueva York le dijeron que no iban a permitirle desembarcar por razones médicas; su miopía era demasiado grande. Le sugirieron que fuera a Buenos Aires, que allí no eran tan estrictos. Así llegó a la Argentina.

Los recuerdos de la infancia son poderosos. Ahí están los temas a los que la escritora volverá una y otra vez: la memoria, las persecuciones, la huida, el regreso, la búsqueda de identidad, los lazos familiares y la violencia. “Son cosas muy fuertes. De niña verlo a mi abuelo que dejaba entrar a los refugiados de la Segunda Guerra Mundial. Tenían toda una organización clandestina, los buscaba en una canoa por el río, venían de Montevideo, los cruzaban de Paysandú a Concepción del Uruguay. Yo me acuerdo de eso, la gente con los números grabados en la piel.”


El núcleo de la ficción

En su casa se contaban historias todo el tiempo. Su padre, el médico del pueblo, era un narrador nato. Ella escuchaba. A veces lo acompañaba cuando él visitaba a sus pacientes. “Una vez me llevó al hospital Centenario, yo tenía 5 años. Papá tenía que ver a una mujer que estaba de parto y no podía irse. Mi casa estaba lejos. En esa época los autos iban como mucho a 60 kilómetros por hora. En medio del campo, había que llevarme de vuelta, por caminos de tierra. No alcanzaba el tiempo. Y entonces me quedé en la sala de espera. Era todo muy pequeño, como un dispensario. Había una claraboya alta, rota. Y papá me dice “¿Ves? Por ahí viene la cigüeña y está roto el vidrio porque la última vez la golpeó con el ala y la rompió. Viene de Paris directo. Vos te quedas acá, sentadita.” Me había comprado un Billiken y una enfermera pasaba a cada rato y me preguntaba si quería algo. Cuando me vi sola, dejé el Billiken y escuché a la mujer que gritaba. Me acerqué a la puerta. Estaba entreabierta. Un poquito más, un poquito más. Y vi el parto. Vi todo. Se llevaron al bebé, mi padre se sacó los guantes y dijo “voy a ver a mi hija y vuelvo”. Cuando oí que mi papá decía eso corrí a sentarme, agarré el Billiken y me puse a leer. Él llegó y me preguntó “¿viste cuando pasó la cigüeña?” “¡Claro!”, le contesté. “La vi perfectamente”.

¿Cuánto de esa historia habla del nacimiento de una escritora? ¿El padre le ha mentido? ¿Ella miente al decir que ha visto la cigüeña? ¿O han encontrado en la ficción –eso que no es falso ni verdadero– un nuevo modo de comunicarse, una manera diferente de decir lo esencial? 


Ver las cosas

Una vez terminada la Licenciatura en Letras, Suez empezó a estudiar Cine y Psicopedagogía. Los fines de semana trabajaba como payaso en el grupo Saltimbanquis. “Íbamos de pueblo en pueblo, de barrio en barrio, hacíamos títeres y teatro. También animaba fiestas infantiles.” A la escritora sólo le faltaban dos materias para terminar la carrera de cine cuando decidió dejarla.  “Alcancé a tener los grandes profesores, toda la escuela de Santa Fe, Juan Oliva… La escuela más maravillosa, me enseñaron a leer la imagen. La influencia de eso en mi escritura viene de ahí. Si yo no veo algo no puedo contarlo. Es una necesidad mía, poder ver las cosas.” 

Hubo una época en que su garaje era un laboratorio de fotografías. Allí revelaba las imágenes en blanco y negro que había tomado en su viaje por Sudamérica, una aventura compartida con su marido, con quien recorrió a dedo rutas y caminos durante un año.

Como sus antepasados, también ella sufrió persecuciones. La Triple A dominaba el país en base al terror y la escritora fue una de los muchos profesores universitarios que recibieron un telegrama informándoles que quedaban cesantes. El clima era cada vez más tenso. Una tarde, su padre acomodó los libros en el asador y les prendió fuego. Ya no había vuelta atrás. 

Suenan bocinas, un embotellamiento en la esquina nos distrae un segundo. Perla toma aire antes de volver a hablar. Como si se hubiera detenido a pensar, a buscar la palabra que necesita para decir lo imposible.

La escritora y su marido se postulan a dos becas en Francia. Él, en urbanismo; ella, en idioma. Las ganan. Se van. Años después se enfrentan a la decisión de retornar a la Argentina o quedarse en París. Tiran una moneda. El azar propone el regreso.

Suez dice que escribe por placer, por pasión, por necesidad. “Creo que uno hace lo que puede, no lo que quiere. Y cuando escribe, sale todo lo que uno tiene adentro. Se teje lo que uno ha vivido, lo que uno ha escuchado, lo que uno cree haber escuchado. Y también las lecturas que admirás y que de alguna manera van con vos. Las cosas se van encontrando.” Menciona colegas y recomienda los libros de Hernán Ronsino, Guillermo Martínez, Ana María Shua, Martín Cristal, Fernanda García Lao y Samanta Schweblin.

Cuando habla de El país del diablo, la novela que acaba de publicar Edhasa, se refiere a ella como un “western patagónico”. Se trata de una historia ambientada en la Campaña del desierto, donde vuelve a aparecer la marca de todos sus libros: un exquisito manejo de los diálogos, una economía de recursos que potencia los significados. 

En este momento Perla trabaja en un nuevo proyecto al que define como “algo más policial”. No quiere adelantar mucho, sólo dirá que tiene que ver con la crueldad y que ha estado viendo mucho cine coreano. “Es un cine sin prejuicios. Si hay que cortar una lengua, la cortan. Con eso aprendés a decir las cosas por su nombre”.


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X





martes, 5 de mayo de 2015

Comentario de Carlos Schilling sobre "La boca de la tormenta"


La muerte de los otros



Sería injusto no decirlo enseguida: La boca de la tormenta es un libro impresionante, un largo poema en versos y en prosa que sostiene su intensidad desde la primera hasta la última palabra y que parece escrito, como quería Mallarmé, no sólo para dialogar con los hombres sino también con las constelaciones.
 
Eugenia Almeida es conocida por sus novelas, El colectivo y La pieza del fondo, y este poema tiene también algunos componentes narrativos, pero su organización no obedece a la estrategia del desarrollo de un relato sino a la de un monólogo interior que se expande por la necesidad o la desesperación de nombrar las cosas: “Ser ahora la mancha en el agua. Esa gota. Buscar la palabra. Imposible. Dejar que el mundo se dé vuelta hasta que ofrezca el nombre. Esto. Está aquí. La estoy viendo girar. Es eso. Lo que está ahí”. 

El fragmento inicial de La boca de la tormenta podría ser comparado con aquella escena inaugural de la filosofía moderna en la que Descartes se queda sólo con la evidencia del yo para reconstruir a partir de esa base la inteligibilidad del mundo. Pero en el poema de Almeida el yo no es una base, es un hueco, un hueco sensible, un ojo que no puede cerrarse y que ve demasiado. 

Lo que ve, lo que no puede dejar de ver, es lo que aún no ha ocurrido: la muerte de los otros. Esos ojos que no se cierran sueñan despiertos, sienten lo que presienten. Ven con el corazón y lo que ven con el corazón es un desfile de futuros muertos. Son personas desconocidas, pero a la vez “Signos de algo que yo podría haber amado”. Y si le resultan familiares aunque no los conozca y no los pueda nombrar es precisamente por la intimidad que genera toda muerte. Sin embargo, en esa intimidad no se disipa la extrañeza: “¿Qué es esta sombra que se apoya sobre mis labios? Aprieta y vuelve a meter en mi boca lo que no puedo decir”.

La ambición y la profundidad del poema, su gravedad asumida con esa magnífica resignación del que no puede escribir otra cosa, implican la invención y la proyección de una mente, una mente más poderosa que la mente de cualquier lector e incluso que la mente de la propia poeta. Se trata de un texto inagotable, no por falta de sentido, sino por exceso de sentido. Un texto que está más allá de las posibilidades cognitivas o interpretativas humanas precisamente porque traspasa ese supuesto límite que es la muerte y se coloca de un salto en otra parte: “Esta letra, escrita, grabada, tatuada, no sirve de nada. ¿Alguien se conmueve? Es el mismo gesto que han hecho todos los que tallan una letra/ ¿Salva?/ Estiro mis dedos para comprobar que no es la mano de un muerto. Pero, ¿sirve? Yo he visto a los muertos jugar con sus dedos”.


Carlos Schilling




La boca de la tormenta
Eugenia Almeida
Ediciones DocumentA/Escénicas
Córdoba (2015)




domingo, 3 de mayo de 2015

Alabardas - José Saramago




Homenaje al ausente


En “Alabardas” los lectores podrán encontrar las últimas páginas escritas por  Saramago y dos artículos que analizan y recuperan los aportes del Nobel portugués.


La historia de la literatura está llena de anécdotas relacionadas con las herencias de los escritores. Hay quien impide nuevas publicaciones, hay quien publica los papeles más insignificantes, hay baúles llenos de inéditos que parecen nunca agotarse, hay manuscritos que alguien prometió quemar y luego convirtió en libros. Toda herencia implica una acción sobre el legado del ausente. Es bueno tenerlo en cuenta cuando hablamos de obras póstumas.

Alabardas es un pequeño libro que funciona como homenaje al escritor portugués José Saramago y que incluye los tres primeros capítulos de la novela que estaba escribiendo al momento de morir. En esas páginas aparecen claramente las marcas de su estilo: los nombres en minúscula, las digresiones, el modo particular de servirse de los signos de puntuación, un cierto ritmo que se vuelve música.

La historia se centra en Artur Paz Semedo, un hombre que lleva veinte años trabajando en el área de facturación de una fábrica de armas. Artur ha sido abandonado por su mujer, una pacifista que no puede conciliar sus convicciones con la ocupación de su marido. Fanático del cine bélico, el protagonista decide ir a ver una película de André Malraux ambientada en la Guerra Civil Española. Al salir de la función buscará el libro en el que se basa la película y al leerlo quedará conmocionado por la mención de un grupo de personas que saboteó armamento para que no pudiera ser usado. La inquietud lo lleva a conversar por teléfono con su ex mujer. Ella le cuenta que durante la guerra hubo un obús que no explotó y que, cuando lo abrieron, descubrieron un papel escrito en portugués que decía “esta bomba no reventará”. Artur se propone investigar el pasado de la fábrica en la que trabaja y logra un pase para acceder al archivo. A partir de allí se hablará de los sabotajes, las delaciones, las listas negras, la burocracia, la policía secreta y los obreros que nunca nadie volvió a ver. Quizás lo mejor de esas páginas sean el delicado engranaje de los intercambios entre Artur y su ex esposa y las escenas que transcurren en el archivo. En ese espacio hay un tono que resuena a El proceso, de Kafka. Un dejo de sarcasmo, algo que  oscila entre lo terrible y lo gracioso, un sofocamiento relatado con levedad.

Saramago logra plantear su historia a la perfección. Por eso el impacto ante lo trunco puede dejar al lector desconcertado. Aunque la contratapa del libro hable de un “relato inconcluso”, lo justo sería decir que se trata de una novela apenas comenzada. Como una forma de complemento se incluyen nueve “notas de trabajo” que van del 15 de agosto de 2009 al 22 de febrero de 2010 y que comienzan diciendo: “Es posible, quién sabe, que quizás pueda escribir otro libro.” Tres vacilaciones en sólo diez palabras. Vacilaciones o esperanzas. Quizás es a ese espíritu incansable al que se le rinde homenaje en esta obra.

Alabardas se completa con otros dos textos. El primero, “Un libro inconcluso, una voluntad consistente”, del poeta español Fernando Gómez Aguilera, es un breve ensayo en el que el biógrafo de Saramago va retomando las notas de trabajo para enmarcar esas páginas inconclusas. El segundo, del periodista y escritor italiano Roberto Saviano, enlaza la ficción con la realidad. En “Yo también conocía a Artur Paz Semedo”, Saviano destaca lo que considera el eje  de la novela que escribía el Nobel portugués: la encrucijada en la que las personas deben decidir si van a arriesgarse o no. Para evidenciar la universalidad de esa temática, el autor de Gomorra pone en relación al personaje de Saramago con personas de la vida real. Párrafo a párrafo irá mencionando a Martin Woods (el investigador que denunció el lavado de dinero que hacían los cárteles de la droga con la complicidad de bancos estadounidenses), Christian Poveda (el fotógrafo y cineasta francés asesinado en El Salvador después de filmar un documental sobre las maras) y diferentes periodistas amenazados, desaparecidos o asesinados por el poder del narcotráfico. Impactan especialmente la muerte de Tim Lopes en Brasil y el cartel que alguien dejó sobre el cadáver del cronista Bladimir Antuna. Allí podía leerse: "Esto me pasó por dar información a los militares y escribir lo que no se debe. Cuiden bien sus textos antes de hacer una nota. Atentamente, Bladimir".

A esta variedad de registros –las páginas iniciales de una novela, un ensayo literario, un artículo de denuncia– se suman los conmovedores dibujos del Premio Nobel de Literatura Günter Grass. Sombras en blanco y negro que hablan de la oscuridad, las ruinas, la destrucción, la miseria y la violencia sistematizada de la guerra.

Si el lector va en busca de un libro póstumo de Saramago, puede sufrir un desencanto. Si está dispuesto a participar de un homenaje, no habrá decepción.


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X

http://www.lavoz.com.ar/ciudad-equis/homenaje-al-ausente